Aprendizaje

Por fin, en un hecho inédito en diez años de historia de luchas iniciadas, traicionadas y derrotadas, y vueltas a iniciar una y otra vez, los docentes misioneros consiguieron ganar un round importante en la pelea por mejorar sus condiciones laborales: 900 pesos al básico, 11 por ciento de aumento a los jubilados y el pago total de los sueldos que se le deben a los suplentes, que en algunos casos se remontan hasta el 2008, es el saldo de la última gran movilización de los educadores de la provincia, que insumió 4 meses, 19 días de paro, casi una decena de marchas, 3 cortes de ruta e incontables asambleas. Pero la conquista de los docentes no es sólo salarial, sino que también alcanza a su organización sindical y su fortaleza política. En ese sentido, el mayor logro del acuerdo alcanzado con el gobierno el miércoles pasado fue haber conseguido la devolución de los días de paro descontados: una ratificación del derecho a huelga, la herramienta que el asalariado tiene para hacerse oír y demostrar lo que vale su fuerza de trabajo. La alegría demostrada por el medio millar de delegados que recorrieron las calles de Oberá luego del acuerdo, en otro hecho inédito en esa ciudad, confirma que la situación de los docentes hoy es cualitativamente distinta a la de hace unos pocos meses. Proponemos repasar las lecciones aprendidas durante este trayecto y las que todavía quedan pendientes.

Lección número 1: No importa qué haya decidido el gremio mayoritario, legalmente constituido, reconocido por el gobierno como único interlocutor; ése que está bajo control, no ocasiona mayores problemas a las autoridades y ostenta una aquilatada trayectoria de entregas y agachadas. No importa. Existen alternativas para seguir organizando la pelea por los derechos conculcados o por nuevas conquistas y garantizar la masividad de la protesta. En Misiones, el gremio docente UDPM, oficial y oficialista, sindicato de base de la CTERA, no pudo contener el plan de lucha que sus propias bases impulsaron por fuera de la conducción, ni siquiera con un maquillado “acuerdo” (¡no podía ser de otra manera con la Barbie Leverberg al frente!) de 70 y 50 pesos de aumento al básico. Las bases se “resguardaron” en otras organizaciones (sindicatos de menor porte con y sin personería jurídica, agrupaciones opositoras dentro del gremio de referencia) para darle un nuevo empujón a los reclamos de siempre, cada vez más urgentes por la cantidad de meses sin cobrar que acumulaban los suplentes (dos años y van…) y el trote sin pausa de la inflación que afectaba a todos. Hoy la Leverberg es indefendible, se están juntando firmas para declararla persona “no grata” y su imagen está en caída libre.

Lección número 2: No importa que uno de los gremios subido al caballo de la movilización revele su vocación entreguista poco después y cambie los reclamos docentes por unos cuantos billetes para el bolsillo del aparato. No importa. Siempre es posible recuperarse de la estocada y seguir adelante. Los docentes provinciales se recuperaron rápidamente cuando Mirta Chemes de la UDA abandonó el paro porque el gobierno se acordó de pagarle la cuota sindical justo después de una gran concentración frente a Casa de Gobierno. De algunas escuelas la corrieron, en otras le tiraron huevos y faltó poco para que alguien quemara un muñeco con su cara en la fiesta de San Juan. Con el Frente Gremial menguado, los docentes continuaron sin mucha mella en su ánimo: lo que se dice tener el cuero duro, o estar curados de espanto. Lo más importante de toda aquella coyuntura fue el gran logro de superar el temor a la ilegalidad a la que los dejaba expuestos la falta de amparo de la UDA. Empezó a cuajar cierta conciencia de que la única forma de inclinar la balanza de la justicia era política y no legal, sobre todo frente a un gobierno para el que ciertas leyes son irrelevantes.

Lección número 3: No importa que los nuevos dirigentes estén poco dispuestos a dejar espacio para aquellos que legítimamente plantean posturas más radicales y los aíslen como si no tuvieran representatividad. No importa. Siempre es posible organizarse por abajo, apelar a la autoconvocatoria, generar acciones políticas que contribuyan a fortalecer la organización de la base, la unidad de la base y la confianza de la base en sus propias fuerzas. Lo demuestran tres cortes de ruta que resultaron exitosos a pesar del gran precio que a veces hay que pagar (y que lo cuenten los maestros Rubén Ortiz y Ramona Romero que están procesados por medidas de este tipo tomadas anteriormente), asambleas interescuelas, planes de lucha por zona y en unidad con otros sectores. Y lo prueba el propio desenlace de esta lucha, donde la presión de un gran sector no reconocido dentro del Frente Gremial y de algunas escuelas de Posadas, como lo son los delegados del Norte de la provincia, impidió que el paro se levantara el mismo lunes con la sola promesa (vaga y mediática) del gobernador. Como dijo una docente del colegio “Martín de Moussy” en la asamblea de Oberá: “la fuerza de esta movilización está en las bases y no en otro lado”.  La democracia sindical sigue siendo un objetivo al que no hay que renunciar.

Lección pendiente (número 4): No hay forma de llevar hasta el final el reclamo sin unirse con los otros trabajadores pese a lo que haga la burocracia. Ahora los estatales están endureciendo la protesta, pero la CTA dejó pasar, a nivel provincial, la oportunidad de unir ambas protestas cuando estaban más fuertes y hacer que una apoye la otra más allá de ciertas declaraciones hechas para la cámara y el aplauso. Esta es todavía, no obstante, una larga batalla.

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