CTA: Las urnas diluyen lo que las luchas construyen (Editorial 6-08-2010)

Expiró el tiempo para la presentación de listas en las elecciones de la nueva conducción de la Central de Trabajadores de la Argentina y expiró también, a nivel local, la expectativa de que se conformara un agrupamiento que reuniera a lo mejor de los activistas surgidos de las importantes luchas que se libraron en los últimos tiempos en Misiones, y significara una alternativa real ante la “pelea de aparatos” que se traslada en forma directa desde la mesa central al interior.
Los alineamientos de Yasky-Leverberg, por un lado, y Micheli-Duarte, por el otro, confirman que gane quien gane en las elecciones que se celebrarán en septiembre, las cosas difícilmente cambien, ni a nivel nacional, ni a nivel provincial, en lo que hasta ahora ha sido una central que se propuso presentarse como alternativa a la Confederación General del Trabajo (CGT) y no logró ser más que el sostén de ciertos proyectos políticos supuestamente “progresistas”, y nunca verdaderamente independientes ni del gobierno ni de los sectores patronales.
Yasky y Micheli hoy están enfrentados y su disputa se enreda en denuncias de maniobra, ruptura de acuerdos de cúpula previos, acusaciones superficiales; pero hasta hace no mucho estuvieron juntos llevando adelante la misma política de falta de coordinación de las luchas, sin verdadero ánimo de enfrentamiento al gobierno o las patronales correspondientes. Que no haya mucha diferencia en sus proyectos en lo que hace a los intereses de los trabajadores se demuestra claramente con los siguientes datos: la agrupación Celeste de CTERA (Yasky) firmó un miserable 17 por ciento, y la verde de ATE (Micheli) acordó aumentos muy por debajo de la inflación real.
En Misiones, la corriente de De Gennaro estuvo representada a nivel de la conducción por Juan Pasamán, bajo cuyo mandato los trabajadores estatales de Misiones no lograron superar los 168 pesos de básico, y los trabajadores de la salud han llegado a condiciones laborales casi catastróficas, como lo revela el último conflicto que tiene nuevamente a la zona Norte (en este caso, Eldorado) como foco. Lamentablemente, parte del activismo que surgió en las últimas luchas en aquella zona, entre las que hay que contar la de los tareferos, la de los desocupados, y la de los docentes, y que significó una dirección alternativa que permitió cambiar el rumbo de cada una de ellas con respecto a lo que hubiera pasado si las respectivas burocracias hacían valer su política, se ha subordinado al candidato propuesto por esa misma burocracia, Juan Duarte, bajo la excusa de la unidad.
¿Unidad para qué? En los cortes de ruta, en las movilizaciones, en los llamados a paro y en los esfuerzos para la real articulación de las protestas, esa dirección burocrática e inconsecuente estuvo siempre del otro lado: aislando, apaciguando, dividiendo, preparando la entrega, e incluso haciendo callar, aplastando cualquier atisbo de ejercicio de la democracia sindical.
La “unidad” que no se vio en la calle ahora se levanta como bandera para llenar una boleta. Contrasentido que nos coloca de cara a la realidad: ninguna excusa, ningún alineamiento, ninguna amenaza de un mal mayor (y ese justificativo lo conocemos de memoria desde la Alianza para adelante, y así nos fue) es suficiente motivo para diluir en las urnas lo que se construyó en las luchas. 

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